La zona sur - Austral de Chile, tiene extraordinarias condiciones hidrológicas, climáticas y geográficas, más una mano de obra barata, una legislación ambiental deficitaria y los esfuerzos de quienes controlan el capital, generaron la receta perfecta para que se instale la industria del salmón, una especie introducida desde el hemisferio norte, transformado a Chile en uno de principales países exportadores de éste monocultivo, cuya producción está sobre las 883.106 toneladas (2015) y estimándose que el 98% del salmón producido es exportado.
El enclave del salmón da cuenta de una región integrada a la economía mundial que consolida un sistema de producción que externaliza los problemas sociales y ambientales a los países pobres que basan su economìa en un modelo de extractivista.
Los discursos desde el Estado y desde los representantes de las Compañías han disfrazado esta dimensión de exclusión social y daño al ambiente con las frases como: “competencias económicas y tecnológicas”, “ventajas comparativas y competitivas”, que se traducen en legislaciones laborales y ambientales débiles o a la medida del extractivismo.
Ejemplo de ello las principales situaciones que han puesto en crisis a la industria son las vinculadas a sus procedimientos, como el Virus ISA en 2007 - 2009 y el 2016 con florecimiento de algas nocivas -marea roja- en la región de Aisén y de Los Lagos, donde tuvo su peor expresión.
En el último caso, las autoridades de Gobierno colaboraron a la industria con autorizaron a verter miles de toneladas de salmones en descomposición y otorgaron subsidios a trabajadores desempleados y afectados por la marea roja. Frente a ésta situación ocurrida en abril del 2016, Victor Hugo Puchi, presidente de AquaChile (empresa productora), señaló que la disminución de la Oferta de Salmones permitió que los precios subieran a comparación con el 2015, cerrando un positivo 2016 con mejores utilidades, dejando fuera el debacle ecosistémico y los efectos en el desempleo tanto de trabajadores de la industria como las consecuencias económicas y culturales en las comunidades de pescadores y recolectores de mariscos y algas.
Las situaciones descritas no son únicas y están vinculadas estrechamente a los territorios, siendo que, desde la expansión de la industria salmonera se han realizado estudios, recomendaciones y fiscalizaciones, a saber varios son los investigadores que advirtieron de los peligros de ésta industria y la débil legislación ambiental, ejemplo la CEPAL ya en el 2004 señala:
“El éxito del cluster lleva consigo la entrada de actores globales cuya intervención acelera la concentración de la industria y nuevos factores de vulnerabilidad. Entre ellos los más importantes son la capacidad financiera y comercial para mantenerse en el negocio y las externalidades que genera en el medio ambiente”
Pero éstas voces sin eco en quienes dirigen los procesos productivos. Un empresariado cegado por la generación de rentabilidad inmediata, un Estado subsidiario de la industria y sordo a las demandas de las comunidades y un sistema financiero globalizado que valida la externalización de los efectos negativos de la producción.
Esta situación tiene sus depredadoras expresiones en las comunidades, poniendo en peligro la seguridad de los ecosistemas, de las comunidades y de la alimentación de la población.
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